su origen es de caracter religioso, de ceremonia fúnebre o de velación del cadáver de un niño menor de siete años, practicada en zonas rurales del Pacífico colombiano, y heredada en tradición por chamanes y chiguales.
También se le denomina velorio de un angelito, angelito bailao o muerto-alegre. Este ritual está acompañado de música, cantos y baile, pues se despide con alegría y entusiasmo a un infante fallecido, debido a creencias culturales -- religiosas, ya que se asegura que un niño fallecido llegará al reino de los cielos, porque a su temprana edad se ha marchado de la tierra sin cometer pecado alguno.
En la ceremonia, se ejecutan cantos a capela, a una voz y con coros, con acompañamiento del palmoteo, el ritmo de las voces, en el canto o recital, es marcado por los tambores y los guasás, los cuales también indican el compás cuando se trata de bailar. La base rítmica es alegre, es la que corresponde al currulao, con aires de bunde.
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